Auguste Rodin: Réquiem por un Hipismo en Vías de Extinción
Por Juan Oleaga.
Es complicado precisar el momento exacto en que Auguste Rodin, ese aristocrático caballo moldeado por los mejores esfuerzos de la omnipotente transnacional hípica Coolmore, dejó de ser la estrella mundial que prometía rescatar al decadente hipismo contemporáneo. Exaltado como el sueño encarnado de un criador moderno, parecía destinado a convertirse en el símbolo redentor de una industria en declive.
El paquete era, sin duda, completo: un físico de imponente belleza, un pedigrí que amalgamaba lo mejor de Oriente y Occidente, con la sangre de colosos históricos como Sunday Silence y Galileo fluyendo en sus venas, no a través de ramas laterales, sino directamente desde el tronco principal del árbol genealógico, gracias a especímenes de élite como Deep Impact y Rhododendron.
Y si esto fuera poco, Auguste Rodin demostró su valía en el campo de batalla. Sin pretender un recuento exhaustivo de su ilustre trayectoria, basta con señalar que un caballo capaz de ganar el Epsom Derby (G1), el Irish Derby (G1), la Breeders’ Cup Turf (G1), el Irish Champion Stakes (G1), y el Prince of Wales’s Stakes (G1) es, indiscutiblemente, excepcional.
Entonces, ¿qué llevó a que este diamante ingresara en la padrillera de Coolmore Irlanda con más discreción que pompa?