Justify, más grande que el tiempo
Edición Roberto L Rodriguez
Créditos adicionales Todo Galope
Fotografía ElPotroRoberto.com, Benoit Photo & Coglianese Photo
Ante un hecho histórico como lo fue la victoria de Justify en la Triple Corona, he decidido celebrar compartiendo su historia con ustedes. Debido a su longitud y detalle, la misma será dividida en 3 entregas: “El origen de la gloria”, “Corriendo contra la historia”, y “Coronación”. ¡Espero que las disfruten!
Llamada por muchos “el trofeo más difícil de todos los deportes”, la Triple Corona es un grupo de 3 carreras compuestas por el Kentucky Derby, corrido cada año el primer sábado de mayo sobre 2000 metros en la arena de Churchill Downs; el Preakness Stakes, que se corre dos semanas después del Derby sobre 1900 metros en Pimlico; y el Belmont Stakes, la más larga y difícil de las 3 gemas, corrida sólo 3 semanas después del Preakness, sobre 2400 metros en Belmont Park.
Cada carrera está restringida a potrillos de 3 años, por lo que un purasangre sólo puede correr la Triple Corona una vez en su vida, lo que hace que la gesta sea mucho más dramática. Leyendas como Kelso, Dr. Fager o Cigar, por nombrar algunos, jamás llegaron a correr ninguna de las tres carreras, y por más que muchos consideren que fueron los mejores de su generación, nunca tuvieron una chance con la Triple Corona. Otros grandes del deporte, que por x o por y dejaron pasar su oportunidad cuando la tuvieron, jamás volvieron a tener posibilidades de redención. Ejemplos claros de esto último pueden ser los de Spectacular Bid, que pisó un alfiler la mañana del Belmont y terminó tercero; Point Given, cuyo jockey Gary Stevenes perdió el Derby al correr demasiado rápido en los metros iniciales; o Smarty Jones, quién también sufrió una mala conducción, pero esta vez en el largo óvalo de Belmont Park. Los tres potrillos eran unánimemente los mejores exponentes de sus generaciones, pero dejaron pasar un tren qué va directo a la gloria, sin escalas ni camino de vuelta.
Pues bien, nada de eso sucedió con Justify. En apenas 111 días, el gran alazán cuidado por Bob Baffert, el mismo que 3 años antes había guiado a American Pharoah a romper el maleficio de 37 años sin triple coronados, pasó de no haber debutado a ganar el trofeo más esquivo de la hípica, algo completamente impensado bajo cualquier estándar, y menos en una generación plagada de grandes potrillos como ésta. Además, en su camino, rompió numerosos récords, como convertirse en el primer potrillo en 136 años en ganar el Kentucky Derby sin haber debutado a los 2 años emulando al recordado Apollo, o en apenas en el segundo caballo invicto en ganar el triplete, luego de que el gran Seattle Slew lo lograra en 1977. Todo, con una facilidad que quizás le juegue en contra, pues a veces hace olvidar lo imposible que hace 6 meses tal hazaña nos hubiese parecido.
Ésta es su historia…
Cuando, hace poco más de 5 meses, el reloj marcó las 00:00 horas del 1 de enero y entramos en el año 2018, probablemente eran menos de 100 personas las que sabían quién era Justify (Scat Daddy). Su entrenador, Bob Baffert, que tenía al potrillo entrenando con su “equipo B” en el pequeño hipódromo de Los Alamitos, era uno de ellos.
Miembro del salón de la fama desde 2009, el oriundo de Nogales, Arizona, era considerado por muchos como el mejor entrenador de todos los tiempos. Con 4 victorias en el Ketucky Derby, 6 en el Preakness y 2 en el Belmont Stakes, Baffert era el segundo entrenador con más victorias en carreras de la Triple Corona, solo superado por D. Wayne Lukas, que contaba con 14 victorias en total, pero que no había tenido ningún caballo que hubiera obtenido el triplete, como el pupilo de Baffert, American Pharoah (Pioneerof the Nile) lo lograra en su histórica campaña de 2015.
Los establos de Baffert recibían a Justify a principios de noviembre de 2017, dos años exactos después del retiro de American Pharoah a la cría, y prácticamente en el mismo momento en que el canoso despedía a otra de sus grandes leyendas, un tordillo llamado Arrogate (Unbridled’s Song), para muchos el purasangre norteamericano más talentoso en pisar una pista en los últimos 40 años.
Casi que literalmente, mientras Baffert se encontraba en el hipódromo de Santa Anita subiendo a Arrogate a un trailer que lo llevaría al aeropuerto, y de allí a Kentucky a comenzar su carrera de padrillo y mientras el entrenador probablemente se preguntaba si algún día iba a volver a tener un caballo de ese calibre bajo su cuidado, otro gigantesco pura sangre, esta vez alazán y con una mancha blanca en la frente, bajaba la rampa de otro trailer en una pista 35 millas al sur de allí, donde el canoso compositor mantiene a sus purasangres de menor calibre.
Venía desde Kentucky, específicamente desde el hipódromo de Keeneland, donde había estado bajo el cuidado del jóven Rodolphe Brisset, era un potro grande, enorme de hecho. Pesaba alrededor de 600 kilos y ya estaba desarrollando su cuerpo, qué más tarde llegaría a los 1,70 metros de altura, pero su tamaño no lo hacía torpe ni lento, y tampoco era poco agradable a la vista, ni mucho menos. De hecho, desde que fuera descubierto por sus propietarios en las subastas de Keeneland del año anterior, había sido considerado como uno de los potrillos más prometedores de toda la camada. Algo que sin dudas tomaba mayor trascendencia si se analizaban los perfiles del grupo de dueños.
La cara más visible y reconocida del grupo tripartito era sin dudas el famoso WinStar Farm, uno de los establecimientos de cría más grandes y exitosos del mundo, que poseía el 60% del potrillo.
Fundado en el año 2000 por Kenny Troutt, un magnate de las telecomunicaciones que había vendido su compañía en 3,500 millones de dólares dos años antes y Bill Casner, un reconocido hípico texano, WinStar había tardado menos de una década en convertirse en un rotundo éxito. Para 2016, cuando adquirió a Justify en Keeneland, el establecimiento de las sedas blancas con la estrella verde en el pecho (que por ese entonces ya era únicamente propiedad de Troutt, quién compró la parte de Casner en 2010) contaba con aproximadamente 20 padrillos de nivel mundial, varias yeguas madres, más de 50 pura sangres en entrenamiento, y casi todos los grandes trofeos que la hípica norteamericana puede ofrecer reposando en sus vitrinas, entre ellos un Kentucky Derby, dos Belmont Stakes, una Breeders’ Cup Classic, y premios como el Mejor Propietario del país de la temporada 2010 y el Mejor Criador del año 2008.
La gran mayoría de esos éxitos se habían forjado en las decisiones que Troutt había tomado en conjunto con Casner en su momento, más adelante apoyado en el liderazgo de Elliott Walden, el presidente y CEO del establecimiento desde 2010.
Bajo la batuta de Walden, WinStar había crecido hasta convertirse en el gigante hípico que es hoy en día, y además de su histórico poderío en la cría, sus éxitos en las pistas habían despegado en los últimos años por su decisión de comprar menos, pero mejor. Cada año, en las subastas más caras del país, WinStar adquiría 20 potrillos de las mejores sangres por decenas de millones de dólares en total, para luego de domarlos, enviarlos a los mejores entrenadores del país, buscando ganar las llamadas carreras “clásicas”, aquellas de la Triple Corona y Breeders’ Cup. Si sólo alguno de los 20 resultaba ser un buen potrillo, el establecimiento generaba ingresos por medio de ventas millonarias durante la carrera misma del animal, o de fructíferos resultados en la cría.
Por medio de esta estrategia, era que habían adquirido a Creator (Tapit), el ganador del Belmont Stakes de 2016. Y por medio de ella, sería que también comprarían al potro que introduciría sus nombres, y el de sus socios, en el grupo más selecto de propietarios de la hípica.
Cómo hemos dicho, WinStar era sólo uno de tres propietarios del purasangre que acababa de arribar a Los Alamitos. Al establecimiento de cría y entrenamiento, se le sumaba el China Horse Club, que poseía un 25% de los derechos del potrillo y el grupo inversor SF Bloodstock, con un 15%.
El “Club”, un fideicomiso de membresía secreta cuyo precio de entrada es de alrededor de 1 millón de dólares, que cuenta con alrededor de 200 miembros, había sido fundado por el arquitecto y hombre de negocios malayo Teo Ah King. King, quién comenzó a interesarse por el deporte de reyes cuando fue contratado para diseñar el hipódromo árabe de Meydan, tiempo decidió fundar el poderoso y exclusivo Club en 2013, con la idea de impulsar la casi inexistente industria hípica en China. En pocos años, sus establos habían tomado a la hípica mundial por sorpresa, y para cuando adquirieron a Justify, sus purasangres ya habían ganado carreras de Grupo 1 en Australia, Singapur, Francia, Irlanda, Inglaterra y Estados Unidos.
La sociedad con WinStar había surgido en 2016, cuando, como parte de una estrategia de expandir sus intereses en Norteamérica, representantes de King le habían ofrecido a WinStar formar una alianza para comprar algunos potrillos en conjunto. Los asiáticos tenían los millones, WinStar el conocimiento del mercado y la infraestructura necesaria para poder potenciar el desarrollo de los purasangres al máximo, lo cual hacía de la sociedad una mezcla perfecta.
Troutt y Walden aceptaron la oferta, atraídos por la posibilidad de poder incrementar desde 20 a 30 el número anual de potrillos adquiridos por temporada. Y así fue que, en setiembre de ese año, representantes de ambas empresas, sumados a un agente hípico de SF Bloodstock, un pequeño grupo de inversión especializado en purasangres formado por trabajadores del famoso empresario George Soros, que se había sumado a la sociedad recientemente, se juntaron en Keeneland, el centro de subastas más exclusivo de Norteamérica, a buscar potrillos de 1 año para la nueva sociedad.
Los tres grupos analizaron a los mejores potrillos de la subasta por separado, y, cuando compararon sus notas previo al remate, había unanimidad de opiniones sobre un hijo del recientemente fallecido Scat Daddy, que había llamado la atención de todos por igual.
“Era balanceado, tenía buenas extremidades, una gran espalda, y hermosa longitud y pescuezo” recordaría el gerente de WinStar, David Hanley, agregando que “Tenía una gran estatura, y era un potrillo que impresionaba cuando lo tenías enfrente. Para ser un caballo grande, era ligero de pies, con buen accionar y buena energía”.
Por su parte, el representante del China Horse Club, Michael Wallace, agregaría que “era un potrillo noble y hermoso, ligero de pies. Si íbamos a pujar duro por un caballo en los primeros días de las subastas, era él. Estaba un escalón por encima del resto.”
El pedigrí del potrillo no era nada de lo que quejarse tampoco. Su padre Scat Daddy era uno de los padrillos más prometedores y versátiles a nivel mundial, y su fama se encontraba en pleno despegue cuando un sorpresivo ataque al corazón le quitó la vida súbitamente a los 11 años, a fines de 2015. Había sido un caballo prometedor en sus tiempos de corredor, llegando incluso a ganar un par de grupos 1 como el Champagne Stakes a los 2 años y el Florida Derby a los 3 en una de las generaciones más talentosas que se recuerden, pero una grave lesión ocurrida durante el Kentucky Derby de 2007 había cortado en seco lo que sin dudas iba a ser una carrera de grandes logros en las pistas.
Retirado luego de esa carrera, Scat Daddy, cuyos derechos como reproductor habían sido adquiridos tiempo atrás por Coolmore, iniciaría su campaña como padrillo con un valor de $30,000 por monta la temporada siguiente. Y si bien el valor bajaría a $10,000 para la temporada 2011 debido a una desaceleración general del mercado, no tardaría en despegar una vez que su primera generación llegara a las pistas, cuando los hijos del zaino demostraran que podían correr y ganar en césped, en arena, en corto, en largo, y básicamente sobre el agua si se les pidiera.
Cuando, una trágica mañana de diciembre de 2015, el padrillo cayera sin vida súbitamente al ser guiado por un peón de Ashford Stud desde su corral a las padrilleras, su valor por monta para la temporada siguiente ya había sido fijado en $100,000 dólares.
Pero además del evidente atractivo del padre, la madre del potrillo, Stage Magic, tampoco se quedaba atrás. Era una hija del gran Ghostzapper con varias figuraciones en clásicos de grupo, cuyos dos únicos hijos en edad de correr prometían: el de 3 años, The Lieutenant, había ganado 2 carreras de 4 y parecía tener futuro clásico; y la menor, Holiday Music, había debutado recientemente llegando en segundo lugar en un hipódromo en Texas. El alazán, que era su tercera cría, había sido criado en Kentucky por el propietario de la yegua, John D. Gunther.
Todo parecía indicar que era un potro con futuro, por más que con purasangres nada es seguro.
Ingresó al ring del remate con el número 50 en la primera sesión de la subasta, Walden y sus socios tuvieron que pujar hasta que llegar a la suma de medio millón de dólares para hacerse con él. Para hacerse una idea, sólo en esa sesión, que fue la primera de 13 de ese año, 19 animales se subastaron por sumas mayores, sólo uno de ellos, Sporting Chance, es hasta el día de hoy ganador de grupo 1.
Enseguida después de adquirido, el potrillo fue subido a un trailer junto con las demás nuevas adquisiciones de WinStar en el remate, y trasladado hasta la división Hopewell de WinStar Farm a pocas millas del lugar, donde pasaría por el proceso de doma y entrenamiento inicial del establecimiento.
En Hopewell, bajo el cuidado de Toby Richards y Heather Stark, el hijo de Scat Daddy aprendería a sentir una silla de montar en su lomo, y más tarde un freno en su boca. Y para cuando dejara la división de domas y comenzaran sus primeros entrenamientos, no demoraría en llamar la atención de los trabajadores de WinStar, quienes se impresionaron por su físico, inteligencia, y capacidades locomotivas.
Con 2 años recién cumplidos, cuando aún se encontraba en sus primeras etapas de entrenamiento, el potro ya pesaba alrededor de 550 kilos, un peso que muchos caballos adultos jamás llegan a alcanzar en su prima. Pero a pesar de su tamaño, era ligero, como sus propietarios habían intuido al ver sus movimientos en las subastas, y ya se podía ver que el talento estaba ahí.
Cierto día, ante la atenta mirada de Walden, del gerente general David Hanley y del entrenador del centro Richard Burge, Justify, que entrenaba junto con otro potro en una recta de 800 metros en subida, dejó tan atrás a su compañero, y con tanta facilidad, que todos quedaron con la misma pregunta en los labios: ¿qué clase de potrillo era ese?
Su precocidad ilusionaba a sus propietarios con un debut tempranero en las pistas, y por su tamaño, todo parecía indicar que solo podía mejorar con los meses. Sin embargo, durante un entrenamiento en marzo de 2017, cuando todavía estaba en WinStar, el alazán sufrió una lesión muscular, que determinó que debiera pasar dos meses en reposo, poniendo una pausa a su preparación y dilatando su debut.
Una vez que hubo vuelto en forma, los entrenadores de WinStar creyeron que el caballo, al ser grande, desarrollaría su potencial con mayor facilidad en una pista donde pudiera dejar fluir sus gigantescas brazadas, a diferencia de la pista de entrenamiento del establecimiento, cuyas cortas rectas y curvas cerradas favorecían a los caballos más menudos. Así fue como, a mediados de setiembre, mientras algunos potrillos de su camada ya salían a la luz del público por las tardes, lo enviaron al hipódromo de Keeneland, a ser entrenado por Rodolphe Brisset, un joven entrenador francés que ese mismo año acababa de abrir su propio establo, tras pasar años trabajando como asistente para el legendario Bill Mott, cuidador de algunos de los mejores caballos de WinStar, como Tourist o Drosselmeyer.
La intención de los propietarios del potro nunca fue dejarlo con Brisset para su etapa como corredor, como sí hicieron con otros potrillos a los cuales tenían en un poco menos estima, sino darle algún tiempo para desarrollar su enorme potencial en el óvalo de Kentucky, que quedaba a quince minutos en auto de WinStar y de la mirada de Walden, para luego transferirlo a los establos del legendario Baffert, el entrenador activo más exitoso en lo que se refiere a carreras “clásicas”.
Con Brisset, Justify pronto comenzó a demostrar de qué pasta estaba hecho, y, en el período de tres semanas desde el 19 de octubre hasta el 3 de noviembre, mientras los demás purasangres de su generación se peleaban el cetro a Mejor Potrillo de 2 años en los clásicos de grupo 1 de fin de temporada, el enorme alazán realizaría sus primeros tres trabajos serios, el último de ellos una impresionante pasada de 600 metros en 36 segundos, sin casi esforzarse. Ya era hora de dar el siguiente salto.
El alazán fue trasladado al aeropuerto de Keeneland y puesto en un avión rumbo a Los Ángeles, donde, en el hipódromo de Los Alamitos -conocido hasta hace pocos años por ser un hipódromo exclusivo de cuartos de milla, lo recibiera Mike Marlow, el asistente de Baffert que gestionaba su equipo “B” en ese hipódromo.
En la hípica moderna, donde los entrenadores son tan hombres de negocios como susurradores equinos y un purasangre cruza un país en avión para competir en una carrera de un minuto y medio a 10,000 kilómetros de distancia, los asistentes son necesarios para que un entrenador con un establo del tamaño similar al de Baffert pueda dormir tranquilo en la noche, sabiendo que todas las bases estén siendo monitoreadas. En ese sentido, Marlow, un cuidador con décadas de experiencia, era uno de sus principales “mano derecha”, y desde hacía varios años estaba encargado de gestionar el establo de Los Alamitos, donde el canoso compositor generalmente enviaba a sus potrillos más nuevos o de nivel inferior.
La atenta mirada de Marlow había visto bajar de trailers similares al de Justify a otros diamantes en bruto como American Pharoah o el tordillo Arrogate, quienes meses después dejaban aquel hipódromo perdido para volar alto, apareciendo en reportajes internacionales, noticiarios en todo el país, y figurando en el círculo de ganadores de los mejores circos hípicos del globo con otras personas a su lado.
Pero la triste realidad era que, sin que tuviera relación alguna con las capacidades del buen entrenador, ningún propietario que pagara los servicios de Bob Baffert quería a sus potrillos en el establo de Marlow. Todos los querían en Santa Anita, bajo la mirada del genio de cabello plateado, pues es sólo cuando un potro es trasladado ahí cuando sus dueños pueden tener la certeza de que el animal es tenido en alta estima.
Para Justify, ese momento iba a llegar poco menos de dos meses después de su llegada a Los Alamitos, cuando en enero de este año fuera transferido a Santa Anita, a realizar sus últimos preparativos de cara a su debut. Marlow, quién desde diciembre a mediados de enero había enviado al potro a la pista a realizar siete pasadas en la pista de Los Alamitos (exactamente una por semana), ya había estado hablándole del alazán a Baffert por un tiempo, llenándolo de alabanzas en cada uno de sus reportes posteriores. Viniendo de uno de sus ayudantes más experimentados, Baffert tenía sus sospechas de que el potrillo iba a ser bueno, pero nunca imaginó qué tanto.
Para la primera pasada del potrillo en Santa Anita el 29 de enero, el entrenador no quiso dejar que el joven y prometedor jinete Drayden Van Dyke, quien entrenaba muchos de sus caballos, le diera rienda suelta al potrillo, y el animal recorrió 1000 metros en cómodos 1:01.20. Sin embargo, para el segundo entrenamiento del alazán una semana después, Baffert le pidió a Van Dyke que lo exigiera más a fondo y Justify recorrió 1200 metros en increíbles 1:12.40, el mejor de todos los tiempos esa mañana.
Cuando Baffert lo vio volver del trabajo en la pista sin siquiera resoplar fuerte, quedó convencido de que lo que veía era algo fuera de lo normal. “Los propietarios de mis potrillos siempre sueñan con que los llame para decirles que tienen un buen caballo.” admitiría meses más tarde. “Ese día, hice unas cuantas llamadas”.
Como hacía semanas que Walden había empezado a chancearlo con Justify, preguntándole cada vez que hablaban por teléfono cuándo iba a sacarlo de Los Alamitos, el primer llamado de Baffert luego de esa segunda pasada fue para él: “Elliott, creo que tenemos algo especial”, le dijo por el celular.
Y Walden, si bien inicialmente emocionado al intuir que sus expectativas en torno al alazán estaban cada vez más cerca hacerse realidad, pronto adoptó una actitud de cautela, típica de quien ha estado alrededor de frágiles purasangres por mucho tiempo. Sobre todo, cuando durante la conversación Baffert le notificó que “tenía un plan” para llegar con el potrillo al primer sábado de mayo en Churchill Downs.
“Bob, no lo apures” fue la respuesta del CEO de WinStar, quién conocía los peligros de sobre-exigir a un joven potrillo demasiado temprano. No eran pocos los purasangres de futuro promisorio que se habían arruinado por la avaricia de sus allegados, sobre todo ante la posibilidad de figurar en una carrera como el Kentucky Derby. Además, como Walden bien sabía, las posibildades de acabar de una vez por todas con la famosa maldición de Apollo tampoco eran muy grandes, si la experiencia de algo servía.
De hecho, no había que remontarse mucho tiempo para acordarse de Bodemeister, uno de los mejores potrillos que Baffert había entrenado, el cual, por un momento, cuando entró en la recta primero en el Derby de 2012, había amagado con convertirse en el primer ganador de la carrera en 130 años en no había competido a los 2 años. Lamentablemente para Baffert y para el jockey Mike Smith, el potro pagó caro las vertiginosas fracciones iniciales que había impuesto, y terminó siendo superado en los últimos metros de la carrera por I’ll Have Another. Luego de sufrir un destino similar dos semanas en el Preakness, el animal nombrado por el hijo menor de Baffert sufriría una grave lesión, probablemente influida por las exigencias que se le habían impuesto en tan poco tiempo y jamás volvería a pisar una pista.
Pero Justify no era Bodemeister y Baffert ya estaba empezando a darse cuenta de ello. “Elliott, este potrillo es algo especial. No te preocupes, tengo un plan” fueron sus palabras.
El velo que cubría a Justify de los ojos del mundo hípico estaba a punto de ser quitado.